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Las apariencias engañan demasiado a menudo. Ella parecía toda una señora, de esas que dan imagen de ser intocables. Pero era todo lo contrario, a la zorra bien le gustaba que la tocasen. Tras besar su mano con delicadeza empezó a verse el tipo de puta que ella era. Lo primero fue mostrarle sus enormes tetas, eran casi gigantescas. Luego se abrió de piernas, quería que tocara su coño. Le metió los dedos a esa zorra y empezó a masturbarla mientras ella le miraba con su cara desencajada, quería su polla. Primero se la chupó, luego se puso a cuatro patas como una perra y comenzó a follársela. Esa cincuentona siempre tenía su coño preparado para una buena verga.
Se puso encima más tarde, y luego abrió sus piernas como una cerda para que el rabo entrara mejor hasta el fondo. Pero eso si, toda su leche se la echó en sus enormes tetas llenas de estrías.