La tradición del té y las galletas son algo que los une todas las tardes. Desde que lo conoció cuando era un crío, intento forjar lazos que ayudaran a llevarse bien, ahora es como una tradición que él la vaya a visitar y luego de conversar un rato, suba a su antigua habitación para tomar una siesta. Solo que la madura rubia, quien es un poco pervertida y tiene la costumbre de espiarlo, llega al punto donde se resiste a la polla dura de su hijastro y siempre, de cualquier forma, termina por metérsela en la boca. Por suerte para ella, él no se despierta y le da chance de montarse para metérsela dentro del coño y cabalgar hasta quedar satisfecha.